martes, 23 de junio de 2009

La posible visión científica de Dios

Por ahora, en mi parca investigación, he encontrado dos visiones científicas de por qué la gente puede creer en Dios. Aunque se podrían decir que son muy parecidas, posiblemente las dos sean correctas. Realmente, he encontrado tres mínimamente respectadas dentro de la comunidad científica. Pero una la eliminaría por ser poco popular, además de que no estoy de acuerdo con ella desde un punto de vista personal. Incluso podría haber una cuarta que veo totalmente inconsistente. En cualquier caso, nadie puede decir que seamos una sola cosa. Es posible que en algunos momentos haya influido una y posteriormente otra. O puede que hayan influido todas de forma más o menos importante.

La última que he nombrado, la que veo inconsistente, es la teoría de que la gente cree en Dios para librarse de la ansiedad que produce en no-saber y la incertidumbre del relativismo.

Dios es absoluto en todas sus partes. Es absolutamente bueno, absolutamente poderoso, absolutamente sabio… es absolutamente todo (nunca mejor dicho). Por consiguiente, él al ser el dueño y amo de todo puede dictar unas reglas universables. Estas reglas sirven de gran ayuda, porque así los humanos no tenemos que discutir sobre temas delicados como el aborto, la eutanasia… y se libra de los incontestables interrogantes sobre la muerte y el más allá. Realmente resulta útil tener unas leyes absolutas que todo el mundo obedezca, saber que son las correctas y seguirlas con la certeza de que se está haciendo lo correcto. La religión sería un fijador perfecto en un mundo rápido y cambiante. Sería útil para no tomar imperfectas decisiones por nosotros mismos y saber siempre qué hacer en caso de dilema moral. Además, nos libra de tener que vivir sin las respuestas a preguntas como ¿qué hay después de la muerte?. De ese modo, la religión absolutiza al ser humano, fija un orden y da respuesta a preguntas trascendentales. Yo personalmente no estoy de acuerdo y creo que hace aguas por todos lados. Estoy totalmente de acuerdo con que es más fácil “fijar” en el universo unas leyes para saber que en cada momento estás haciendo lo correcto y la única forma es que esas leyes vengan de arriba y sean absolutas e indudablemente ciertas. También es verdad que da respuestas que, si se toman como ciertas, alivian el sufrimiento del no-saber. Pero no le veo la utilidad evolutiva ya que creo que la religión da más ansiedad de la que quita. Por lo menos las tres grandes religiones monoteístas (cristianismo, islam y judaísmo) tienen unas reglas estrictas de higiene, gastronomía, moral, sexo y hábitos que provocan una gran cantidad de ansiedad. La ansiedad de un Dios vengativo, de estar continuamente rodeados de pecado del que se debe huir, de no disfrutar con el cuerpo, de un infierno que se acerca cada vez más, etc. pueden provocar una ansiedad mucho mayor que la tranquilidad de saber que el mundo se creó el seis días o que la homosexualidad es un crimen. No tiene mucha popularidad entre la comunidad científica ni fuera de ella. Pero ahí queda como teoría.

En segundo lugar, habría que hablar sobre Dios como efecto de la selección grupal.

Teoría que tiene algo más de acogida en la comunidad científica, pero que mucha gente ve con escepticismo. El problema, más que en intentar dar una explicación de Dios a partir de la selección grupal, es que la selección grupal ya es una idea que crea controversia. Hasta donde he podido saber, el arqueólogo de Cambridge llamado Colin Renfrew, sostiene que el cristianismo sobrevivió gracias los valores que el cristianismo promovía entre sus fieles y les ayudó a extenderse y superar a grupos religiosos mucho más numerosos durante los siglos I y II (recordemos que fue en el siglo II después de Cristo cuando el emperador Constantito proclamó la oficialidad del Cristianismo). La característica más importante que según esta teoría hizo prosperar al Cristianismo era la idea de lealtad. Un ejemplo un poco más infantil podría ser el de un guerrero cuyo pueblo tiene “un Dios de la Guerra” que hace que el guerrero luche con menos miedo a la muerte porque sabe que será recompensado después de caer en combate. Otro pueblo que no tenga ningún Dios no tendría esa ventaja. Digamos que Dios crea un lazo de unión entre un grupo de personas que no tienen nada en común y los hace leales y valientes para defender algo (que a lo largo de la historia han sido los intereses particulares de los grandes jefes). Aunque realmente, la selección grupal no goza de buena salud y es una teoría poco sólida. Parece que evolutivamente no tuvo mucha repercusión más que en casos aislados. En mi ejemplo, por ilustrar uno de los problemas, sería que los que tuvieran un menor convencimiento lucharían con menos valor en la guerra, por lo tanto se quedarían en la retaguardia o cuidarían más su vida que el osado crédulo. Por lo tanto, este tendría más probabilidades de reproducir sus genes y las tencias a convertirse en un mártir caerán en las siguientes generaciones. Es un ejemplo muy básico pero creo que ilustra bien a grandes rasgos lo que es la selección grupal. Esta teoría tiene algo de cabida en la comunidad científica, pero tiene muchos detractores y muchos científicos prestigiosos en el campo de la biología y comportamiento animal tienen formidables objeciones contra esto.

Ahora llega una tercera teoría que sí podría expicar, sino la existencia en Dios, por lo menos la presdisposición para creer en un ser superior. Al parecer esa teoría, brevemente expuesta, puede pertenecer a Desmond Morris. Gran científico, etólogo, muy prestigioso después de haber escrito “El Mono Desnudo”. En ese libro, Morris intenta explicar como es y como funciona el ser humano estudiándolo como si fuera un primate más. Una visión que puede parecer un tanto incompleta, pero que fue y es muy importante. Hace especial atención a que no hay que intentar explicar al ser humano tomando como muestra representativa a las tribus atrasadas y poco florecientes, pues son una minoría y puede que su extraño comportamiento haya influído en su atraso. Desmond Morris, hablando de forma un tanto cruda, dice que no están en “estado natural” sino “embrutecidas” y que es mejor intentar estudiar al ser humano comtemporáneo en las sociedades actuales, pero estudiándolo como un animal más. Una de sus citas más repetidas (mal respetida) es: “La ciudad es un zoo humano”. Sin más presentaciones diré que Desmond Morris en este libro, de forma breve, intenta explicar la idea de Dios como un recuerdo de “El Gran Mono”. Según Morris antaño había un mono jefe que era el más fuerte e inteligente, era el líder de la manada y a él no se le podía discutir. La tribu debía sonar con una sola voz y evitar riñas y discusiones entre miembros; para ello al mono jefe se le respetaba. Lo que él decía era lo verdadero, él juzgaba y su fallo era inapelable. Se le atribuía el don de la omnipotencia y omnisciencia. Ese recuerdo residual que tiene en su código genético el ser humano de “El Gran Mono” es el que lo presdispone a creer en un ser superior al que, en las sociedades actuales, se le llama Dios y se le dota de las mismas cualidades. Esta es la teoría de Desmond Morris.

Por último, teoría que más me convence y que se parece bastante a la de Desmond Morris, es la de ver a la religión no como fenómeno de una selección grupal, sino como un sub-producto de algo más. Creo que es una forma original. Puede que desde el principio hemos formulado mal la pregunta y por ello no hayamos encontrado respuesta. Nos hemos preguntado ¿por qué la gente cree en Dios? Como si tuviera que tener un alcance directo en la supervivencia, pero puede ser visto como un fallo evolutivo. Esto se puede explicar con un simple ejemplo. Por ejemplo, las ballenas o delfines que vienen arrastradas a las orillas de las playas. Cualquiera podría pensar, si lo vemos simplonamente (como hemos visto la creencia en Dios) que ellas se suicidan, simplemente vienen a la orilla y mueren de deshidratación. En realidad, algunas llegan simplemente porque se desorientan por culpa de los sonidos y/o ultrasonidos emitidos por los barcos de pesca. No es que se suiciden, es que simplemente su mecanismo, mecanismo que en la inmensa mayoría de las veces funciona, funciona mal por los ruidos de los barcos de pesca (que en términos evolutivos, son unos recien llegados al mar). Si nos preguntamos por qué los delfines se suicidan estaríamos formulando mal la pregunta. Tendríamos que reformularla para obtener una respuesta satisfactoria. En el caso de la creencia en Dios, podríamos estar cometiendo el mismo fallo. ¿Cómo se aplica esto a Dios? El caso es que en nuestra especie, el periodo de maduración es mucho mayor que en los demás animales. Nosotros, para compensar nuestra falta de fuerza tuvimos que desarrollar la inteligencia, pero la inteligencia tenía el problema de tener que desarrollarse lentamente. Somos una especie que depende, en mucha más medida que todas las demás, de la experiencia. Afortunadamente, todos los conocimientos no tenemos que vivirlos en nuestras carnes. Ya tenemos a los mayores para que nos enseñen cosas que han aprendido de su experiencia, además de las experiencias que les enseñaron sus ancianos para que nosotros, cuando envejezcamos, podamos enseñarle lo que nos cuentan a nuestros jóvenes. Por eso tenemos esa predisposición a creer lo que nos dicen los mayores sin rechistar, sobre todo si se dice con tono solemne. Los niños que posea (o poseía en nuestra época como especie que lucahaba por la supervivencia) ese don de creer cualquier cosa que digan los adultos, tendrán cierta ventaja evolutiva sobre los que quieran descubrirlo todo por ellos mismos. De esa forma nos pueden decir “no toques el fuego porque quema” sin que nosotros tengamos que hacerlo. Sabemos que tirarse por un puente o rascacielos puede disminuir nuestra esperanza de vida. Pero este mecanismo a veces puede actuar de forma equivocada. Suena de igual forma “no comas de los frutos de estos árboles porque son venenosos” que “sacrifica un animal cuando haya luna llena”. De esa forma al venir las dos de fuentes fiables y ser reiteradas una y otra vez con un tono serio, el niño asimila los dos comportamientos como igualmente verdaderos.

Las razones por las cuales esos ancianos creen esas historias de sacrificios o como llegan hasta ellos es muy fácil de explicar. Podríamos hablar del comportamiento supersticioso de la paloma de Skinner o cualquier forma de malentendido cotidiano. Sin ir más lejos, en mi casa mis abuelos siempre me intentaron educar con la inútil (a todas luces) idea de que cuando se come hay que dejar una pequeña cantidad (muy pequeña, ínfima) de comida de forma simbólica porque eso hace que haya abundancia para el futuro. Aunque ellos ahora no me insisten con la misma fuerza que cuando era pequeño, siempre que como allí dejo esa minúscula cantidad de comida en el plato que posterormente va a la basura. He preguntado y a nadie le han dicho algo parecido en su casa. Esto no demuestra que los mitos salgan de la nada, pero sí que pueden salir de cualquier lado, que esos mitos pasan de generación en generación y de cómo una mente infantil los asimila acríticamente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario